Relatos

Puteibor, algo más que un índice (II)

Virtudes tenía 70 recién cumplidos y su marido había muerto hacía 5 años. Infarto tras media vida comiendo mierda en una fábrica de muebles. Su cuerpo estaba absolutamente devastado por la edad, la fe cristiana y cierta nostalgia de tiempos mejores en los que perteneció a un bando ganador de no sé qué guerra. Virtudes seguía pagando un alquiler de renta antigua, pero el casero les había dado un ultimátum. O aceptaban una drástica subida o vendería el solar a las inmobiliarias, no sin antes dejar que se cayera a pedazos para conseguir la declaración de ruina. Los vejetes habían aceptado el incremento. Los alquileres actuales estaban a años luz de los potenciales incrementos, pero las pensiones… sus pensiones estaban por debajo del 50% del salario mínimo. Era necesario redondear ingresos.

Puteibor, algo más que un índice (II)

Virtudes, pese a ser septuagenaria, también tiene cierto éxito en el parque del Quinto Mojón. Su secreto es odiar el sexo con toda su alma de vieja beata franquista. Su secreto es aborrecer el contacto con el cuerpo masculino. Bueno, su mayor secreto es carecer de dientes y acceder a regañadientes a hacer las mejores mamadas sin dentadura postiza de todo Carabanchel noreste. A los drogados y desengañados clientes de Virtudes les pone su senectud, el contacto con la mucosa virgen de ese paladar viejo y, sobre todo, la resistencia más que fingida a la hora de acceder a sus servicios. Virtudes se saca una pasta cada noche, a pesar de sentirse rebajada y humillada. A pesar de encontrar cierto consuelo en un hipotético calvario del que salir renovada y pura, como la virgen que nunca fue.

– Y así pasaban los días en el verano de 2007, en una de las ciudades más contaminadas y corrompidas del planeta. En sus parques y avenidas de extrarradio. La iniciativa privada, como siempre, sacando las castañas del fuego a la macroeconomía gracias al mercado negro de la carne y el deseo. El Puteibor alcanzando cimas de depravación nunca vistas, en proporción geométrica al poder adquisitivo de toda esa infinita masa de pringados que un día quisieron ser propietarios y acabaron vendiendo su ojete para poder seguir vivo.

Escrito por: Southmac
© Ilustración: Javier Molinero